RENUNCIAR AL PROPIO SUFRIMIENTO
Por: Maurice Nicoll
Habrán oído decir a menudo que la única cosa que podemos sacrificar en el
trabajo es nuestro sufrimiento.
El trabajo nos enseña que debemos tener una nueva clase de sufrimiento que
no se basa en nuestro sufrimiento ordinario y mecánico.
Toda mudanza en uno mismo solo puede tener lugar renunciando a lo que era
uno antes y convirtiéndose en algo diferente.
La transformación de uno mismo significa llegar a ser diferente.
No me puedo cambiar a mi mismo si sigo siendo la misma persona que soy
mecánicamente.
Por lo tanto, con el fin de mudar es preciso que renuncie a algo, que
sacrifique algo.
La idea de sacrificio impregna todo el esoterismo.
La razón de ello es obvia.
Se debe a que es imposible toda mudanza de uno mismo a no ser que se
renuncie o se sacrifique algo de lo que se es al presente.
Se ha repetido a menudo en esta enseñanza que el cambio de ser significa
que se debe modificar algo en uno mismo, en el propio ser.
No se puede ser lo que se es y al mismo tiempo cambiar.
El cambio de ser siempre presupone la renuncia a algo y de este modo el
sacrificio de algo en el propio ser.
Y el trabajo dice que la primera cosa que es preciso sacrificar —y aquí
hago hincapié en la primera cosa—
es su habitual sufrimiento mecánico.
Ahora bien, a no ser que entienda el significado de lo que se dice aquí no
podrá empezar el trabajo correctamente en si mismo.
Si parte de sus propias ideas, de lo que debe sacrificar o a lo que debe
renunciar, no le servirá de nada y no le dará resultado alguno.
Lo primero que debe hacer un hombre es renunciar a su sufrimiento y
sacrificarlo ante todo, porque esto lleva a un cambio de ser.
Para que esto suceda es preciso distinguir por medio de la observación de
sí, cuál es la causa de su sufrimiento.
Recuerdo que el señor Ouspensky habló al principio sobre esta cuestión.
Inició su charla diciendo que todos eran dominados sin saberlo por formas
típicas de sufrimiento de las cuales derivaban su auto-justificación —a saber,
justificaban su sufrimiento y así lo daban por sentado como parte integrante de
si mismos—.
Dijo que era una especie de cosa que uno siempre arrastra tras de sí o la
empuja enfrente de uno.
Describió muy claramente con palabras que no recuerdo con exactitud como la
gente está encadenada al sufrimiento que ha acumulado con arreglo a sus ideas
de vida y a la forma en que fueron tratados por esta.
Dijo: "Todo este sufrimiento pertenece al lado de la personalidad".
Dijo: "La gente sufre inútilmente pero se aferra a su sufrimiento.
Han encontrado que la vida no era lo que suponían y en lugar de discernir
sus formas de imaginación y sus actitudes adquiridas hacia la vida solo creen
experimentar un sufrimiento real, genuino, y en consecuencia sienten que nadie
comprende lo que han padecido. "Todos", dijo, "son arrastrados
por este sufrimiento adquirido del cual proviene toda la consideración interior
y el hacer cargos.
Toda la consideración interna y el hacer cargos", dijo, "se basan
en dicho sufrimiento adquirido al que tanto valor concede la gente".
Habló sobre la imposibilidad de escapar a la personalidad con sus actitudes
adquiridas y topes salvo por medio de una fuerza enteramente nueva capaz de
destruir este desorden, esta inútil confusión en nosotros mismos.
Dijo: "Hemos de pensar de una manera nueva tanto acerca de la vida
como acerca de nosotros mismos, y esto solo es posible cuando sintamos una
nueva fuerza que nos penetra arrastrando tras si nuevas ideas, nuevas maneras
de tomar las cosas.
La redención del sufrimiento es difícil pero posible, mientras que en la
vida es imposible.
Cuando empiece a comprender el trabajo y todo cuanto enseña y lo compare
con lo que es, entenderá lo que quiero decir.
El señor Ouspensky empleó aquí una frase que siempre recordaré.
Dijo: "Cuando se anda a la par del trabajo y se llega a ser consciente
de lo que se es mediante la observación de si, se discierne cómo no se es
semejante al trabajo, cómo el propio ser no corresponde a el".
La gente preguntaba: "entonces, ¿qué debemos hacer?"
Siempre contestaba: "Es preciso que se recuerden a si mismos y la
primera cosa es renunciar al propio sufrimiento".
Creo que quería decir, en lo que concierne a la última parte de lo que
expresó, que mientras se siga llevando al sufrimiento a cuestas no se puede
hacer el trabajo.
Es menester renunciar a el —esto es, se ha de sacrificar esa extraña cosa
en nosotros que es la base de toda la consideración interna y el hacer cargos.
En otra oportunidad el señor Ouspensky dijo: "Nadie puede alcanzar un
nivel más elevado de ser a menos que renuncie a sus presentes formas de
sufrimiento".
Al mismo tiempo hablaba sobre la idea de justicia y subrayaba que lo que
llamamos justicia no tiene nada que ver con la justicia.
Dijo: "Justificarse a si mismo siempre se origina en nuestra propia
idea de justicia.
Por ejemplo, cada uno justifica sus estados negativos".
Quería decir que todos tienen el sentido de lo que es la justicia para ellos y al encontrar que la vida
no corresponde a esta idea se aferran a lo que creen debe ser la justicia para
ellos.
En consecuencia, justificarnos nuestros estados negativos, nuestra
consideración interna y el hacer cargos, y si examinamos todo desde el punto de
vista del trabajo empezamos a darnos cuenta que no podemos justificarnos a
nosotros mismos fundándonos en nuestras ideas de justicia.
Es preciso actuar desde otro sentido de justicia.
Supongamos que habla equivocadamente en el trabajo y se ve obligado a
confesar que habló equivocadamente, hallará que siempre se justifica a si mismo
sobre la base de sus propias ideas de justicia —justificación personal de si—
Y tras esta justificación está su sufrimiento que surge de la idea de
justicia que ha adquirido e imitado.
Esto tiene que ser quebrantado por algo más alto, por una forma más elevada
de lo que es la justicia.
Tal vez se diga: "En cuanto a la vida tengo perfecta razón en sentir
su injusticia, pero en cuanto el trabajo y sus ideas no puedo decir la misma
cosa".
En el trabajo estamos bajo una nueva disciplina, un nuevo sentido de la
justicia —a saber, de lo que es correcto, de lo que es justo, desde un nivel
superior—.
Así tenemos que aprender a servir otra serie de ideas muy diferentes de las
que hemos adquirido de la vida.
El señor Ouspensky dijo: "Somos como macacos.
Un macaco puede justificarse a si mismo en función de otro macaco, pero
estamos tratando de llegar a ser seres humanos y ya no podemos justificarnos a
nosotros mismos en función de ser macacos".
Subrayaba constantemente que en el trabajo nos enseñan ideas y
auto-disciplinas que no son necesarias en la vida.
Dijo: "Tratamos de obedecer a leyes superiores —esto es, tratamos de
llegar a ser personas conscientes de modo que podamos vivir entre personas
conscientes y aprender a comportarnos en este nivel superior de seres—.
Este trabajo proviene de gentes conscientes".
Ahora bien, para retornar a la cuestión de la primera cosa que es preciso
sacrificar —a saber, nuestro sufrimiento mecánico— es evidente que debemos
discernir ante todo cuales son las formas que el sufrimiento mecánico adopta.
A menos de tener conciencia de una cosa no podemos sacrificarla.
No se puede tomar como punto de partida una cosa de la que se es
inconsciente.
El trabajo se propone acrecentar nuestra conciencia de nosotros mismos, de
nuestro estado de ser.
Nadie puede trabajar sobre su ser a no ser que empiece a observar a que se
asemeja su ser.
El trabajo dice que en lo que respecta al ser todos tienen su propia forma
de sufrimiento, de emociones negativas, de agravios, de pensamientos y
sentimientos tristes y otras cosas del mismo tenor.
Esto se aplica a todas las personas.
No hay excepción alguna.
Y esa cosa en nosotros mismos que nos dicen de sacrificar es el principio
mismo de esta enseñanza.
Por lo tanto es muy necesario tratar de observar nuestra forma de
sufrimiento.
Quizá se les ocurra preguntar: "¿Cuáles son esas formas de sufrimiento
que hemos de sacrificar?"
Es el sufrimiento del hombre hacia la mujer, de la mujer hacia el hombre.
Por ejemplo, un hombre siente que nunca ha conocido a la mujer que lo
entiende realmente.
O sentir simplemente que nunca lo apreciaron verdaderamente ni tampoco le
ofrecieron oportunidad alguna de serlo, y así sucesivamente.
O una mujer siente que nunca pudo casarse —o que nunca tuvo hijos— o que
tiene demasiados hijos —y este es su sufrimiento—.
Luego considere todas las formas mecánicas de sufrimiento que surgen del
sentimiento de que sus padres nunca lo comprendieron, ni su esposa, ni sus
hijos.
Creo que es imposible enumerar todas las formas de sufrimiento que las
gentes se forjan y a las cuales se aferran como si fuera la cosa más valiosa de
su vida.
Y es exactamente ese sufrimiento que deriva de la vida y todas sus torpezas
el que debe ser sacrificado.
Y aquí es preciso que les recuerde lo que se dijo recientemente acerca de
"si solo":
SI SOLO…
"si solo hubiera tenido una mejor oportunidad", "si solo
hubiera tenido un hijo", "si solo hubiera conocido a la persona
conveniente", "si solo la guerra no hubiera estallado cuando lo
hizo", "si no hubiera invertido mi dinero en marcos alemanes",
"si hubiera sido más alto", "si no tuviera la cara que
tengo", "si tuviese más dinero", "si pudiera conocer una mejor
clase de gente", "si me mostrasen más simpatía en todos mis
disgustos"
—pero "si solo" está conectado con todo el sufrimiento mecánico
que debe ser sacrificado—. Otra forma de sufrimiento es el sentido de haber
fracasado.
Lo extraño es que se suele gozar de esta forma de sufrimiento.
Una persona que nunca ha hecho un verdadero esfuerzo en la vida suele
fracasar y lo que es curioso goza de su fracaso, o una persona cree que ha
hecho todo lo posible para entablar relaciones con alguien difícil y luego de
haber fracasado goza de su derrota.
Esta curiosa forma de sufrimiento no puede ser explicada en esta
disertación.
Como dije, es una forma muy curiosa de sufrimiento por la cual algunas
personas se adaptan a la vida malográndose y gustan de hablar sobre este
particular.
Pero en tales casos siempre se encontrará que algunas formas de orgullo o
vanidad les permiten pretender que su fracaso es genuino, recayendo en el
sentimiento de que podrían haber tenido éxito o triunfado en alguna otra cosa,
en especial si se enorgullecen de su posición social, de su origen, o de otra
cosa de la misma clase —es decir, algo puramente negativo, que en realidad no
son ellos mismos—.
He pensado a veces que esta es la forma más difícil de tratar cuando una
persona admite su fracaso, aferrándose siempre secretamente a alguna otra cosa.
Esta es una clase
espuria de sufrimiento.
Al mismo tiempo, es preciso analizarlo y sacrificarlo.
Tras ello se oculta el sacrificio del orgullo y la vanidad.
Pero este ejemplo muestra hasta que punto las gentes son insinceras consigo
mismas y cómo el engañarse a si mismas les permite seguir viviendo.
No vemos el otro lado de la cuestión; el lado oscuro, no aceptado, no
reconocido, es pero por eso que el Trabajo dice que una observación de si
imparcial deja penetrar un rayo de luz en ese lado oscuro que se opone al
desarrollo individual en todo hombre.
Somos todos farsantes, pero no vemos nuestra farsa y en el trabajo es lo
que debemos hacer.
Todo nuestro sufrimiento mecánico es una farsa, únicamente no lo admitimos.
El sufrimiento fraudulento es la tónica de lo que debemos sacrificar.
El verdadero sufrimiento es muy distinto y siempre nos abre a un nivel más
alto: el sufrimiento fraudulento nos cierra.
Es extraordinario como un momento de verdadero sufrimiento hace que todo
desaparezca en torno de una persona y que en tales momentos ésta comprenda
plenamente de qué trata el trabajo, pero el sufrimiento fraudulento,
auto-inventado se interpone entre nosotros y los centros superiores —esto es,
entre nosotros y la voz del trabajo que siempre nos está hablando, y primero
debemos oírla desde el exterior, de un Maestro, y al cabo de un tiempo la
oiremos hablándonos interiormente.
Lo extraordinario es que se suele conocer a gentes que niegan tener
cualquier clase de sufrimiento mecánico.
Son por lo general personas pagadas de si mismas y en realidad muertas en
sí mismas, y empero si se las trata inteligentemente no se tarda en descubrir
que tienen sus formas ocultas de sufrimiento derivadas de la vida.
Ahora bien, conviene observar las propias formas características de
sufrimiento mecánico, y aquí es preciso observar las propias fantasías —esto
es, el trabajo pasivo de la imaginación en uno mismo—.
Recuerdo que una vez me impresionó mucho la idea de que al menos un millón
de personas mueren todas las semanas y que probablemente muchas creen que irán
a un mejor lugar.
Están llenas de sus problemas personales, de sus agravios, de su
sufrimiento en esta tierra.
Entre esa gente, ¿cuántos cree usted —suponiendo que es una especie de ser
situado en un nivel superior y que tiene que dirigirlos a sus respectivos
lugares en el mundo espiritual— cuántos le sorprenderán por no pertenecer al
tipo ordinario—?
No se presentarían cada uno de ellos quejándose —es decir, trayéndole todos
sus sufrimientos mecánicos, agravios, todas esas cuestiones relativas a que
alguien no les dio los buenos días, y cuántos vendrían completamente limpios,
sin agravios, sin sufrimiento alguno de la tierra, y cuando les preguntara qué
deseaban, contestarían, no que deseaban justicia, sino que deseaban saber más y
ser más y comprender más.
Esta visión me impresionó sobremanera y me hizo pensar con hondura en lo
que yo sería en estas circunstancias.
Hemos hablado a menudo de perdonar las deudas y de lo que significaba
cancelar las quejas contra los otros.
Todos nuestros problemas terrenales no tienen valor alguno en un nivel de ser
superior, y nuestro trabajo radica en cancelar nuestros problemas-tierra, nuestro
sufrimiento-tierra, nuestros cargos internos, nuestros estados negativos hacia
los otros, nuestros agravios hacia los otros, nuestra antipatía a los otros y
nuestro odio a los otros.
De otro modo estamos destinados a la tierra y así como los monos de los
cuales hemos hablado.
¿Creen ustedes que es una idea muy amarga?
Me imagino que la vida misma puede darnos alguna idea de lo que esto
significa.
Si desea alcanzar una posición más elevada en la vida, ¿tiene que pasarse
el tiempo presentando sus agravios, sus mezquinos problemas personales, en
vista de la posición que desea alcanzar?
El señor Ouspensky me dijo una vez:
"Las gentes no comprenden que el trabajo trata de conducirnos a
determinado lugar y que ha establecido instrucciones definidas en cuanto al
camino que es preciso recorrer para llegar allí, a condición de trabajar sobre
si mismo, y que por lo tanto a medida que una persona progresa, el trabajo
cambia para ella".
Me estaba hablando en aquella época sobre algo que en mi me detenía, y me
dijo: "¿No se da cuenta que esto no tiene nada que ver conmigo, sino que
está en usted mismo, y que mientras no trabaje sobre ello y trate de no
identificarse con ello, siempre la detendrá?"
Dijo: "Pone reparos a esas gentes, pero ellas son usted y usted es
ellas".
Naturalmente, en aquella época no discernía que esto era parte de mi
sufrimiento.
No me daba cuenta que este era uno de los significados de renunciar al
propio sufrimiento.
En otra ocasión me dijo, mirándome de soslayo: "¿Por qué goza tanto de
sus emociones negativas?"
Y siempre recordaré, aunque no recuerde con exactitud las palabras que me
dijo, su mirada de soslayo.
Es, de hecho, esa mirada lo que me hizo observar que gozaba de mis
emociones negativas —esto es, mi sufrimiento mecánico—.
Supongo que ahora muchos de ustedes ya entienden hasta qué punto gozan de
sus emociones negativas.
El trabajo dice que para llegar a un nivel de ser superior no debe de haber
emociones negativas y que la parte negativa del centro emocional debe ser
destruida en nosotros.
De otro modo, si en nuestras presentes formas de sufrimiento intervienen
los centros superiores, estas se intensificarían mil veces.
En una oportunidad escuché a Gurdjeff decir:
"Debemos destruir nuestro centro emocional".
Como hacía poco tiempo que estaba en el trabajo me pareció algo terrible y
cuán duro y cruel sería todo si nuestro centro emocional fuera destruido.
Cuando hube pasado más tiempo en el trabajo comprendí claramente lo que
esto significaba.
Nuestro centro emocional, tal como es, no es nada sino emociones de sí con
las resultantes emociones negativas que surgen de ellas.
La purificación del centro emocional debe, hablando prácticamente, destruir
el centro emocional en nosotros tal como es ahora, con todas nuestras pequeñas
reacciones personales, sensitivas y difíciles, nuestros pequeños sentimientos
personales acerca de los demás, nuestro manojo de sensitivos gustos y disgustos
—en suma, las mezquinas emociones que seguimos teniendo mientras las emociones
de sí nos gobiernen.
Cuando se sirve realmente al trabajo hay que desechar esas pequeñas,
cotidianas, mezquinas emociones de si, y solo se lo puede lograr cuando se
entiende que el trabajo es mucho mayor que uno mismo.
Hemos hablado recientemente sobre este particular en conexión con la
comprensión de una mente superior.
Es preciso servir al trabajo y no a si mismo.
El trabajo no debe ser función de uno mismo sino que uno mismo debe llegar
a ser función del trabajo.
¿Qué significa servir al trabajo?
Significa obedecer lo que el trabajo nos enseña.
Se dijo recientemente en una reunión que es preciso comprender que servir
al trabajo significa servirlo psicológicamente, para empezar.
Supongamos que una persona está a punto de divulgar algún escándalo
desagradable y de pronto se recuerda a si mismo en conexión con lo que el trabajo
enseña sobre este particular' y no divulga el escándalo, sabiendo que hacerlo
es mecánico y solo la dañaría —entonces dicha persona sirve el trabajo—.
O supongamos que desea ser negativo porque una persona no lo ha tratado de
la manera que usted considera justa según sus ideas de justicia y se recuerda a
si mismo y no reacciona mecánicamente, en este caso servirá al trabajo.
Servir al trabajo significa obedecer a lo que le enseña a practicar sobre
si mismo.
Se deja dominar por la tristeza y el mal humor, las objeciones, y asi
sucesivamente, y observa su estado y empieza a separarse de el —entonces sirve
al trabajo—.
Y al hacerlo renuncia a una parte de su sufrimiento mecánico.
O supongamos que está a punto de pasar a uno de sus típicos estados de
preocupación, de quejas, de perder la cabeza por cualquier motivo, de tener
disgusto por todo, esos estados que le hacen perder constantemente fuerza
—supongamos que lo observa y deja de identificarse con el porque el sentimiento
del trabajo está en usted— entonces está sirviendo al trabajo psicológicamente.
Ya empezó a trabajar sobre si; ya empezó a ver lo que el trabajo significa
para usted.
Ya empezó a obedecer a algo que no es usted mismo.
Todo esto pertenece a la renuncia al sufrimiento.
Más para trabajar sobre sus formas típicas de sufrimiento, es necesaria una
detenida y sincera observación de su ser, y también llevar el trabajo a
aquellos lugares en su ser mediante la luz de la observación de si, e intentar
no acompañar esas reacciones, no identificarse con ellas, no poner el
sentimiento de "yo" en ellas, y cuanto más se valoriza el trabajo en
el que el significado superior es algo que está por encima del significado de
la vida, más le ayudará el trabajo a vencer su sufrimiento mecánico.
Maurice Nicoll
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